Cada día, los animales luchan por sus vidas. Son confinados en diminutas jaulas para que los humanos los maten y consuman; son quemados, cegados y envenenados en nombre de la ciencia; son electrocutados, y despellejados mientras aún están vivos para que las personas puedan lucir sus abrigos. Según la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, cada segundo mueren en el mundo aproximadamente 2,000 animales, al día 345 millones, además de 140 millones de toneladas de peces. El maltrato que los animales padecen a manos de las personas es doloroso y atroz. A pesar de lo duro que es pensar en él, no podremos detenerlo si simplemente miramos en otra dirección y pretendemos que no está ocurriendo. Todos nosotros tenemos el poder para ayudar a detener el maltrato sobre los animales. Podemos hacerlo con cambiar algunas de las decisiones que tomamos a diario, como qué comemos o qué ropa usamos.
Considero que es importante revelar los secretos de la ganadería industrial, así como los mitos en torno a la alimentación. En primer lugar, ¿desde cuándo hemos escuchado que la leche es una excelente fuente de calcio? La leche de vaca, al contrario de lo que la mayoría piensa, no es apta para consumo humano. La única etapa en la que cualquier animal, incluido el humano, debe tomar leche es en la infancia. Y es primordial mencionar que esta leche debe ser de la misma especie. En el ciclo natural de la vida un gato no toma leche de un cerdo, o un perro no toma leche de una cabra. Entonces, debemos preguntarnos por qué las personas siguen consumiendo leche de vaca. Las vacas pueden digerir su leche porque tienen un estómago especial. Por otro lado, el sistema digestivo de los humanos no puede romper las moléculas de la leche. Además de esto, la leche no aporta calcio. Al contrario de lo que se piensa, la leche de vaca descalcifica los huesos. Para analizar el caso específico del consumo de lácteos en la sociedad occidental, debemos tomar en cuenta el poder económico que tienen las industrias. Este punto se desarrollará a fondo más adelante.
Por otro lado, veamos lo que implica su producción. En las granjas de lácteos, las vacas son preñadas artificialmente para que sigan produciendo leche. Después las separan de sus bebés recién nacidos (que representa una experiencia traumática), hasta que sus cuerpos no pueden más y las mandan al matadero. El ganado es transportado cientos de kilómetros hacia los mataderos en condiciones climáticas extremas, sin comida ni agua. Las vacas que no mueren en el camino, son asesinadas con un balazo en la cabeza. Después las cuelgan de una pata, les cortan la garganta y finalmente les quitan la piel para cortarles la carne. Algunas vacas permanecen conscientes durante este proceso. Cuando matan a un animal, este libera gran cantidad de químicos dañinos para el consumo humano. Es como si estuviéramos comiendo veneno, aunque sea en pequeñas cantidades.
Uno de los problemas es que para la mayor parte de la sociedad occidental, comer carne es símbolo de nutrición. Esta idea es falsa, porque la carne (ya sea roja o blanca) contiene cientos de toxinas y grasas saturadas que producen enfermedades cardiovasculares, diabetes y varios tipos de cáncer. En Occidente el índice de personas con cáncer es muy elevado, mientras en Oriente es muy reducido. Una de las explicaciones de este fenómeno es la alimentación. En Oriente se consumen más productos orgánicos: verduras, cereales y soya o tofu como fuentes proteicas. En cambio, en Occidente estamos acostumbrados a consumir productos con cientos de conservadores y químicos añadidos, derivados de animales, y carne…mucha carne.
En una sociedad opresora, el Poder genera sus propias estructuras de derecho y justifica sus verdades. La consecuencia es una sociedad que se adapta a estas normas y las incluye a su estilo de vida como la verdad última o absoluta. Rara vez las masas tienen los recursos y los espacios para cuestionarse acerca de la legitimidad de estas verdades impuestas por los sistemas de poder. Michel Foucault dice que la verdad es una construcción social que se hace a través de los aparatos del saber, como la ciencia y la religión, que producen saberes de carácter legítimo o verdadero. Me parece que es importante cuestionar el origen de la “verdad”. Los intereses económicos y políticos detrás de las normas que, a su vez, crean hábitos y formas de vida particulares, son más fuertes que un motivo ético.
El veganismo no sólo es un cambio en la alimentación, es un estilo de vida. Ser vegano implica dejar de consumir cualquier producto derivado de un animal, tanto en la alimentación como en la ropa, los cosméticos, productos de higiene personal, entre otros. El veganismo implica un equilibrado sentido filosófico y moral de la vida, que va más allá de la dieta. La alimentación vegana tiene muchos beneficios: es completa, porque en ella abundan hidratos de carbono, proteínas, grasas vegetales, minerales y vitaminas; se evitan infecciones, toxemia y diversas enfermedades. Pero lo que considero más importante de todo es que se evita el sacrificio doloroso e innecesario de animales. Algunos activistas afirman que la alimentación vegana es un camino hacia el dominio del pensamiento y del espíritu; es un avance hacia un ser humano más consciente y ético.
Ser vegano es cada vez más común. Sin embargo, la sociedad sigue etiquetando a los veganos como personas «raras». ¿Por qué se niegan el placer de comer una hamburguesa o de ir por unos tacos al pastor? Existen tres razones principales: salud, reducción de huella ecológica y ética. El motivo más fuerte para cambiar los hábitos alimenticios suele ser la salud. Sin embargo, cuando entra en juego la ética y la gente comienza a cuestionarse sobre el impacto de sus acciones en relación a los otros (ya sean otras personas u otros animales), el veganismo se adopta como un estilo de vida más que como una moda o hábito temporal.
Otra pregunta que me parece fundamental es: ¿si no hace falta matar para alimentarse, entonces para qué hacerlo? Considero que un gran porcentaje de la población se convertiría en vegana si tuviera que matar los animales que come, o simplemente si visitara un matadero. Muchos ni siquiera toman conciencia de que, lo que se están comiendo, era un animal al que por naturaleza le estaba asignado vivir hasta morir de viejo. El hombre no tiene, éticamente hablando, ningún derecho a terminar con la vida de criatura alguna. Es una pesadilla en la vida real, y la peor parte es que la gente no está enterada de la situación.
La censura en los medios va ligada al poder que estos tienen, tanto económico como político. Como dice Chomsky: “La población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe”. La ignorancia de la población es otra forma de control. No obstante, se tiene que analizar el contexto social entorno al cual se realiza una crítica. En un país como México, donde las fallas en materia educativa polarizan a la sociedad, sería injusto condenar a la gente etiquetándola de ignorante. Si las necesidades básicas de la población (alimentación, vivienda, salud) no están cubiertas, no se puede esperar que haya espacios para la reflexión y el cuestionamiento de las grandes mentiras impuestas por los sistemas de poder.
Creo que debemos dejar esta visión antropocentrista, en la que el hombre es el dueño del mundo y todo debe girar en torno a sus intereses y necesidades. El mundo está pasando por una gran crisis medio ambiental, y si no nos comprometemos a cambiar nuestra realidad y a crear conciencia acerca de nuestra forma de vida, no tendremos nada bueno que dejarle a las futuras generaciones. Creo que los animales merecen el mismo respeto que las personas, porque son seres vivos y porque sienten igual que nosotros. En el momento en el que nos damos cuenta que cualquier vida tiene el mismo valor que la nuestra, le damos a todos su lugar. Las vacas, por ejemplo, son gentiles, curiosas y muy listas. Los cerditos son amigables, inteligentes y leales. Ambas especies forman lazos afectivos tan fuertes como los de los perros y gatos. ¿Si no te comerías a tu perro o a tu gato…por qué te comes una vaca, un pollo o un cerdo?
Michel Foucault explica que el poder está en todas partes y viene de todas partes. El poder es una acción que afecta las acciones de otros. En este caso, el discurso que generan los medios acerca de “nutrición” es un mensaje creado por las industrias de la carne y los lácteos. Si estas compañías son las que tienen mayor capital económico, entonces son las que poseen mayor capacidad de conseguir espacios publicitarios en medios de comunicación. Sabemos también que los anunciantes tienen gran poder en cuanto a qué se publica o qué se deja de publicar en los medios. Los intereses de los anunciantes deben protegerse por el contenido mediático. Si un periódico, revista, canal de televisión, estación de radio o cualquier otro critica un tema que está relacionado directamente a los intereses económicos más importantes de una empresa, las compañías lo ven como una amenaza e intentarán defenderse del ataque. El primer recurso es advertir al medio que no deberían incluir ese tipo de discurso en su agenda. Si el anunciante cree que se atentó contra sus políticas de forma irreversible, entonces puede terminar con el contrato y dejar de usar a dicho medio como plataforma de publicidad.
Solo por el hecho de que algo sea considerado normal para muchas personas, no significa que sea correcto. En este caso, me refiero a la alimentación. No porque tu familia coma carne, significa que tú debas hacerlo. Hay cientos de años de tradición en los que se ha dicho que para crecer sano y fuerte, se debe consumir carne y derivados de animales. Se cree que los mejores abrigos y los zapatos más lujosos son de piel. No existe un cuestionamiento por el origen de los productos químicos y cosméticos que se usan todos los días. Los invito a preguntarse: ¿Cuántos animales fueron sacrificados en el proceso para hacer nuestra vida más “cómoda”?
No deberían existir excusas para continuar creyendo en ideas retrógradas y faltas de sentido. Pienso que es irresponsable conocer una realidad y pretender que nada ha cambiado. Una vez que se genera conciencia de cualquier tema, adquirimos una responsabilidad por cambiarlo. Modificar hábitos es un trabajo difícil, pero posible. Tal vez al principio resulta complicado, pero vale la pena hacer un esfuerzo por convertirnos en seres humanos más preparados, congruentes, justos y éticos. El veganismo no sólo mejora la salud y reduce nuestro impacto medio ambiental, sino que también es un gran aporte para acabar con el maltrato animal en el mundo. Los animales necesitan personas comprometidas que les den una voz y hagan la diferencia.
Monse Fábregas